5 de febr. 2012

Después del PP, más PP (II)

En ocasiones se confunde la existencia de malestar social (y político) o la multiplicación de partidos con representación parlamentaria con la existencia de alternativas políticas solventes al PP. Aún más, se afirma que los resultados de las últimas elecciones autonómicas y generales, el caso Camps, el hundimiento del modelo de desarrollo económico promovido por los populares, los escándalos por corrupción y las dificultades del Consell en su gestión ordinaria son síntomas de que el PP está entrando en una fase de erosión, que irá a más y se hará incontenible más pronto que tarde. Creemos que en está conclusión pesa más deseo que realidad. Las bases de la hegemonía política del PP son muy sólidas,
sus debilidades difusas y las ventajas y amenazas principales están en el contexto. Nos centraremos en las primeras. 

Partido y liderazgo
El PP tiene actualmente en torno a 145.000 afiliados, el PSPV-PSOE unos 22.000, EU y Compromís sobre 3.500 cada uno y UPyD cerca de 700. La correlación de fuerzas es claramente favorable al PP. Si consideráramos que cada afiliado supone una media de dos simpatizantes activos, tendremos que el PP cuenta con una fuerza de actuación política medianamente movilizada de 435.000 personas (en torno a un tercio de sus votantes), el PSPV-PSOE de 66.000 (menos de una décima parte de sus votantes en 2011), EU y Compromís unos 11.000 (según la elección, una relación de 1/13 o 1/15 respecto a sus votantes en el caso de EU y de 1/11 o 1/17 en el de Compromís), mientras que los de UPyD serían unos 2100 activos (uno por cada 70 votantes).

Estas cifras mostrarían que el PPCV es una formación con una amplísima presencia social, además de serle más fácil movilizar a sus votantes. Los partidos de izquierda (PSPV, EU y Compromís) tienen una presencia social organizada escasa y una relación directa con sus votantes muy inferior a la del PP. Finalmente, UPyD presenta las formas de un partido elitista, donde pesa esencialmente la marca, la líder central y muy poco su militancia, lo que implica una escasa proporción de activos entre sus votantes y un elevado riesgo de volatilidad electoral en el futuro. Del mismo modo, el liderazgo colectivo del PP y el de sus presidentes de gobierno, alcaldes, etc., desde Fabra a Barberá, es muy superior a la de cualquiera de los Alarte, Morera, Sanz o Cantó de los cuatro partidos de la oposición.

Preeminencia social
El PP tiene una presencia alta en la sociedad civil y en el entramado asociativo. Se suele argüir que el clientelismo y las ayudas públicas al tejido social conservador refuerzan la posición del PP en la sociedad; pero eso, siendo cierto, no evita reconocer la capacidad de movilización y beligerancia de los populares en la trama social valenciana.

A ello habría que añadir que el núcleo central de los votantes del PP, en torno al 60% de sus votantes, cerca del 20% del conjunto del censo electoral, constituye una bloque social relativamente homogéneo, que mantiene entre si una extensa red social de contactos directos (y virtuales), relaciones personales y familiares, favores y solidaridad primaria. Además, teniendo en cuenta que este grupo social cuenta con la presencia de la mayor parte de las elites económicas, sociales e intelectuales y de las nuevas clases medias, su capacidad de influencia social y política se multiplica.

Dominio del discurso político
En la transición a la democracia, la derecha consiguió imponer su visión de la identidad valenciana a pesar de que la izquierda era electoralmente mayoritaria. Posteriormente, desde hace dos décadas, ha asentado su idea de progreso, crecimiento económico, bienestar social y liderazgo político. Hoy, el discurso del PP es abrumadoramente hegemónico. Lo que explica que su definición de los problemas políticos de la Comunidad Valenciana (desde el caso Gürtel, el agua, los chiringuitos hasta la valoración de los gobiernos centrales) sean las dominantes en las encuestas de opinión.

Aún más, el PP ha conseguido ser el partido (nacional/regional) valenciano, quien dice qué es lo auténticamente valenciano, cuales son las cosas importantes para la Comunidad Valenciana y quiénes son los buenos valencianos que la defienden y los malos que la denigran o maltratan. Y eso facilita su labor política y reduce la capacidad de maniobra de la oposición enormemente. Quien impone su visión de la realidad, siempre gana.

Es cierto que la crisis debilita su discurso, pero frente a él no hay ninguna alternativa sólida, medianamente homogénea y global. El PSPV-PSOE no la tiene porque, además de la pérdida de credibilidad, en su discurso político hay aspectos en los que carece de posición sólida y muchas de sus propuestas son cambiantes y no están exentas de contradicciones y titubeos. EU tampoco porque tiene vocación de ser fuerza de oposición y en sus propuestas hay más ideología que alternativa de gobierno. Compromís, en lo que tiene de fuerza nacionalista cuenta con lógicas discursivas alternativas, pero su discurso global está insuficientemente articulados y mantiene una notable vocación de fuerza de oposición.

UPyD tiene un discurso de ámbito estatal, basado en la distribución territorial del poder y  su apelación a la igualdad de los españoles no pasa de ser una demanda de servicios públicos uniformes en las distintas partes de España, pero no implica ninguna búsqueda de mayor igualdad social. Sea por su carácter de partido jacobino o por su escasa presencia en la Comunidad Valenciana, no se le conoce un proyecto articulado y específico para la realidad valenciana. 

Consistencia electoral
El PP ha ganado todas las elecciones desde 1993. Desde entonces, la derecha valenciana consigue habitualmente, en las elecciones generales y autonómicas, más del 38% del voto sobre censo (en la década anterior se movía entre el 29% y el 34%). El Partido Popular ha conseguido atraer y fidelizar a una parte del electorado de clases medias urbanas (en torno a un 7% del censo), de carácter moderado, que mayoritariamente había dado un apoyo, en los últimos años de modo pasivo y abstencionista, a los gobiernos socialistas de la década de 1980. Además, el voto conservador valenciano se concentra en el PP en proporción superior al 95%, cuando anteriormente no llegaba al 70%.

La izquierda, mientras tanto, se ha instalado en las últimas dos décadas en una triple dinámica: disminución del voto (su apoyo se sitúa ahora en una media del 35% y hasta 1993 solía estar en torno al 40%), dispersión del voto (la concentración de voto de izquierdas en el PSPV-PSOE que generalmente se situaba entre el 75% y el 80% fue en las elecciones de 2011 del 64%) y una relativamente alta volatilidad electoral (abstención y cambio de partido) en función del momento y el tipo de elección, ya que el voto de izquierda ha oscilado en las últimas dos década entre cifras que van del 29% al 42%, según la elección.

Dicho de otro modo, los sectores sociales que apoyan al PP han aumentado y se han asentado, el voto conservador es más estable y está más movilizado, y el voto de izquierda tiende a disminuir y es más inestable. Y lo que es más determinante, a la espera de la evolución de la crisis y del gobierno de Rajoy, no se observan cambios en la dinámica electoral a corto y medio plazo. Si hoy hubiera elecciones valencianas, las ganaría el PP con claridad, lo que ya no está tan claro es la composición de los grupos de oposición.