Arrinconado por las circunstancias externas, por sus errores y por los adversarios internos, Alarte está contra las cuerdas. ¿Sobrevivirá o será derrotado? La respuesta, el 31 de marzo
La vida interna de los partidos sería algo socialmente irrelevante si fueran organizaciones exclusivamente privadas. Pero no lo son. Los partidos sólo tienen sentido si son instrumentos de representación de intereses ciudadanos contrapuestos, de liderazgo colectivo y de impulso de políticas públicas diferenciadas.
Como afirma el viejo axioma liberal, el poder corrompe y, cuanto más absoluto es, mayor es la corrupción. Y no es que convierta a las personas en ladrones de lo público o inmorales, se trata de que quien gobierna tiende a considerar el poder que ocupa ocasionalmente como algo de su propiedad y no sometido a control público. Cuando eso ocurre, la democracia se degrada. Algo que, además de la corrupción delictiva, viene pasando entre nosotros por la acumulación de poder en el PP y la debilidad de la oposición.
Por eso, es un drama carecer de una alternativa de gobierno digna de ese nombre y por lo mismo es relevante lo que sucede en el PSPV-PSOE