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16 d’oct. 2011

17 escaños en un 'parque jurásico'

Hay un viejo chiste, que recoge Woody Allen en Annie Hall. Dos mujeres comiendo en un hotel de montaña, una de ellas dice: "La comida de este restaurante es horrible", a lo que la otra responde: "Sí, y las raciones son poco abundantes". Así es el Senado español. Una institución prescindible, donde los valencianos están poco representados. 

El Senado tiene su origen en el siglo XIX. Segunda asamblea parlamentaria, de carácter conservador y aristocrático, cuya función era frenar los "excesos" democratizadores del Congreso. La Constitución de 1978 lo define como cámara de representación territorial, pero limita sus competencias y funcionamiento a repetir el trabajo del Congreso de los Diputados. Una especie de parque jurásico institucional, un recuerdo decimonónico.

Hay 264 senadores. 208 elegidos en las elecciones generales y 56 por los parlamentos autonómicos. La representación valenciana se limita a 17; aunque, por población, deberían ser 29. Volviendo al chiste, nuestra ración de Senado es escasa. Los valencianos eligen cuatro senadores en cada provincia por el sistema de listas abiertas, sin que ningún partido pueda presentar más de tres candidatos. Mientras que los otros cinco son designados por las Corts Valencianes. En la última legislatura, el PP tenía 12 senadores (tres electos en cada una de las provincias y otros tres por las Corts) y el PSOE cinco (uno por cada provincia y dos por las Corts). Como ha habido cuatro renuncias, los políticos que han ocupado los escaños valencianos han sido 21.

Ex, segundas filas y sagas familiares

La mayor parte de los senadores tienen la categoría de ex o son cuadros secundarios de sus partidos para los que el Senado constituye un lugar institucionalmente relevante, políticamente poco exigente y bien remunerado. Entre los valencianos, durante la última legislatura, 12 tenían la categoría de ex. Expresidentes de la Generalitat (Joan Lerma, PSOE), del PP valenciano (Pedro Agramunt), de las Corts Valencianes (Julio de España, PP) o de UV (José María Chiquillo, PP), exministras (Carmen Alborch, PSOE), exconsellers (Gerardo Camps, PP), exalcaldes (Pascual Azorín de Elda, PSOE; Miguel Ortiz de Altea, PP; Gustavo Ferrada de Burriana, PP, y Andrés Perelló de Buñol, PSOE), exdirigentes de UCD (Juan Antonio Rodríguez, PP) e, incluso, una exjudoca (Miriam Blasco, PP).

Además, dos alcaldes (María Ángeles Crespo de Carlet, PP, y José María Ángel de L'Eliana, PSOE), tres personas leales a Carlos Fabra (el juez Manuel Altava, el agente de la propiedad inmobiliaria Juan José Ortiz y la concejala de L'Alcora Araceli Peris, PP) y Juan Bautista Cardona, cuadro del PSOE castellonense.

Atención especial merece la presencia de dos de las sagas políticas de Benidorm. Los Barceló y los Pajín. Miguel Barceló, suegro de Eduardo Zaplana, renunció al acta de senador en octubre de 2008, después de 22 años, y fue reemplazado por Agustín Almodóbar Barceló, dirigente de Nuevas Generaciones, su nieto e hijo de la diputada en las Corts Valencianes, Ángeles Barceló.

Leire Pajín es hija del dirigente del socialismo alicantino, José María Pajín, y de la exconcejala de Benidorm, Maite Iraola. Se convirtió en senadora después de un largo proceso. Elegida diputada en marzo de 2008; renuncia, un mes después, al ser nombrada secretaria de estado. En julio de 2008, es elegida secretaria de Organización del PSOE, dimite como secretaría de estado e intenta recuperar la condición de aforada, ahora como senadora de designación territorial. En mayo de 2009, Andrés Perelló cesa como senador elegido por las Corts para ser eurodiputado y el PSPV propone que Pajín ocupe su escaño. El PP dificulta su elección hasta noviembre de ese año. En junio de 2011, tras las Elecciones Autonómicas, cesa como senadora y es substituida por José María Ángel, el mismo día que Gerardo Camps reemplazaba a Juan Antonio Rodríguez.

Tras el 20-N, más ex y nuevos dirigentes secundarios

Si no hay cambios de última hora en las listas y en las encuestas, habrá siete cambios con respecto a los 17 senadores que acabaron la pasada legislatura. En el PP, Miriam Blasco pasa al Congreso y su lugar es ocupado por la secretaria general del PP de Elda y concejala, Virginia Romero. También en Alicante, Miguel Campoy, expresidente de la Autoridad Portuaria, substituye a Miguel Ortiz. En Castellón, Vicente Aparicio, exalcalde de La Vall d'Uixò, ocupa el lugar de Juan José Ortiz, y en Valencia María Ángeles Crespo cede su puesto a Carla Ripoll, portavoz del Ayuntamiento de Gandia. En el PSOE, salen Pascual Azorín en Alicante y Juan Bautista Cardona en Castellón, y son substituidos por la exsubdelegada del Gobierno en Alicante, Encarna Llinares, y por el exalcalde de Onda, Enrique Navarro.

A falta de saber quien ocupará el escaño de Gerardo Camps, futuro diputado en el Congreso por Alicante, entre los 16 políticos valencianos que serán senadores la noche del próximo 20-N habrá diez ex responsables institucionales, y seis cuadros y dirigentes de significación comarcal o provincial en el PP y el PSOE.

Ni Irlanda, ni Alemania: Partitocracia

Volvamos al principio. El Senado, en su configuración actual, carece de sentido y los más de 55 millones de euros que cuesta anualmente tendrían mejor uso destinados a otra actividad. Las alternativas lógicas son dos. O se suprime o se reforma. O se sigue el camino que ha iniciado Irlanda o nos acercamos al modelo alemán.

Si se cumplen las previsiones del Gobierno de Irlanda, en 2012, los irlandeses votarán en referéndum la supresión o el mantenimiento de su Senado. De acuerdo con los sondeos, lo más probable es que sea abolido.

En Alemania, el Bundesrat, lo más parecido a nuestro Senado, está formado por 69 representantes de los 16 estados federales. Cada estado tiene un número de representantes proporcional a su población, que suelen ser miembros de sus gobiernos. La función del Bundesrat no es hacer una segunda lectura de lo que ya ha aprobado el Parlamento, sino analizar, aprobar o rechazar la legislación que pueda afectar a las competencias de los estados federados. El Bundesrat es un instrumento eficaz para la gobernación federal de Alemania sin generar grandes gastos ni instituciones redundantes.

En España, todos los partidos, en algún momento, han hablado de la necesidad de reformar el Senado para que sea realmente una cámara de representación territorial, acercándolo al modelo alemán. Pero las declaraciones nunca se han concretado en nada. En el fondo, nadie quiere su reforma. Los principales partidos estatales tienen alma centralista y no desean cámaras territoriales que consoliden formas de participación de las comunidades autónomas en la gobernación de España. Los partidos nacionalistas prefieren el diálogo singular de sus gobiernos autónomos con el poder central. Además, en su configuración actual, aunque caro e inútil, es un cómodo alimento para la partitocracia.

article publicat a Valencia Plaza el 16 d'octubre de 2011 http://www.valenciaplaza.com/ver/37220/17-esca%C3%B1os-en-un-parque-jur%C3%A1sico.html

10 de jul. 2011

Una democracia con más pompa que circunstancia

El president de la Generalitat anunció que el número de altos cargos y miembros del Consell se reduciría en un 30%. La noticia fue bien recibida. Mostraba -se decía- una voluntad de reducir y controlar el gasto público. Luego nombró un nuevo Consell con menos altos cargos y consellers. Buena parte de los medios de comunicación destacaba en titulares que la reducción era, efectivamente, del 30% prometido por Camps, pero los datos que publicaban no se correspondían con los titulares. Las matemáticas fallaban. 

El Consell lo forman ahora 11 personas, incluido el mismo president, tres menos que hace un mes. La reducción es del 21,5%. Rozaríamos lo prometido con un conseller menos. Los altos cargos del Consell (secretarios autonómicos, subsecretarios, directores generales y directores de organismos públicos) han pasado de aproximadamente 120 a unos 100. La disminución se acerca al 17%: para cumplir lo anunciado, deberían haberse suprimido 16 altos cargos más. Los asesores de confianza (no se han dado cifras concretas) deben haberse reducido, por lógica organizativa, en cifras cercanas al 20%. Por tanto, el recorte del Gobierno y altos cargos del Consell ha sido inferior a lo anunciado por el president.

Mejor con menos organismos, empresas públicas y fundaciones

Además, la reducción del Gobierno parece agotarse ahí. Pero, si el Consell quiere reducir gastos, debería reconsiderar, en serio, la gestión y la misma existencia de 70 empresas y fundaciones dependientes de la Generalitat, y que actúan en paralelo a la acción ordinaria del Consell. Tendría que racionalizar el número y funciones de los consejos asesores de todo tipo que pueblan las consellerías y hacer frente, de una vez por todas, al agujero negro de RTVV y algunos de los grandes proyectos. No sobra administración y servicios públicos.

Sobran organismos y mala gestión. Si Verdeguer y Vela quieren, de verdad, reorientar la política económica del Consell y controlar la desbocada deuda de la Generalitat tendrán que podar el entramado de organismos paralelos creados en la última década, explicar más y mejor el porqué de las decisiones públicas que se adoptan y gestionar de una manera más transparente de como hasta ahora ha venido haciéndolo el Consell. Mucho trabajo por delante.

¿Por qué no suprimir instituciones dudosamente útiles?

La recientemente elegida presidenta de Castilla-La Mancha, María Dolores de Cospedal, ha anunciado que suprimirá instituciones autonómicas inútiles. Ha puesto como ejemplo el Defensor del Pueblo de Castilla-La Mancha, algo similar al Síndic de Greuges valenciano. Nuestro Estatuto de Autonomía establece la existencia de seis instituciones derivadas o vinculadas a las Corts Valencianes, a saber: el Síndic de Greuges, la Sindicatura de Comptes, el Consell Jurídic Consultiu, el Comité Econòmic i Social, el Consell Valencià de Cultura y la Acadèmia Valenciana de la Llengua. Instituciones todas ellas con más pompa que circunstancia, lo que suele significar poco control, menos transparencia, sueldos y dietas más que generosos, y presupuesto excesivo. Con su funcionamiento actual, suponen un despilfarro de los recursos públicos, habida cuenta de que los beneficios colectivos que generan, aunque sea injusto generalizar, son más bien escasos.

Si realmente queremos reducir el entramado gubernativo, institucional y administrativo para aumentar la eficiencia de las administraciones públicas valencianas deberíamos preguntarnos decididamente sobre el sentido de mantener el Consell Valencià de Cultura, que ha perdido el sentido que tuvo cuando se creo hace 30 años, o el Síndic de Greuges, que nunca ha conseguido tener un mínimo prestigio, y alimentar la sobredimensión del resto de instituciones estatutarias.

Aprovechando los debates que abre la crisis, deberíamos ser valientes y suprimir las instituciones que no aportan nada en especial desde hace años. El sentido y el prestigio de las instituciones sólo pueden medirse por el trabajo y beneficio colectivo que generan. Si pierden su razón de ser, no deberíamos mantenerlas.

Pero, ya se sabe, las instituciones estatutarias están vinculadas a las Corts y, en el Palau de Benicarló, siempre se dispara con pólvora de rey. Sueldos altos, valor social escaso. Cuesta entender que el presidente de las Corts cobre 113.608 euros al año, que el director de Gabinete del presidente de las Corts gane 97.000 euros al año y los asesores de dicho Gabinete 78.000 euros, cuando el president de la Generalitat gana 67.615. ¿Acaso su responsabilidad y relevancia pública es mayor? No lo parece. El president de la Generalitat es la primera y principal institución valenciana, y, por su parte, las Corts Valencianes no son una institución especialmente eficiente ni como cámara de control al ejecutivo y como eje del debate político legislativo, en sus breves períodos de sesiones.

Si la partitocracia gana, la democracia pierde

La asunción de cargos y responsabilidades en política es un juego de suma cero. Si una persona ocupa una posición, el resto de personas no. Esto explica la dureza de la lucha por el poder. Por eso no son una cuestión menor, ni mucho menos, las características de los responsables de las instituciones. Si se exige un mínimo prestigio intelectual para formar parte de una institución, por seguir con el Consell Valencià de Cultura, no debe ser convertido en un asilo de políticos sin oficio, por muy válidos que sean en otras materias. Si se hace, alimentamos la descalificación, progresivamente menos demagógica, de que los políticos son cada vez más ni-ni, están cada vez más ensimismados y viven encerrados en una lógica perversa por ocupar el poder y vivir del presupuesto público. Y eso no es bueno.

Vivimos una época dominada por la inmediatez de la última noticia. Lo ocurrido ayer nos parece pasado remoto. Creemos que si una realidad no se ve, no existe. Pero no es cierto. Cuando los últimos campamentos y grupúsculos del 15M están regresando a casa, los políticos, incluso los que antes de las elecciones eran enemigos que no se soportaban, como Camps y Alarte, llegan a acuerdos a velocidad deslumbrante para aumentar la financiación de los partidos a través de la subvención por votos recibidos en las elecciones a las Corts Valencianas, encuentran formas de subirse el sueldo y recolocan a los suyos en todo tipo de instituciones, tenga o no sentido.

Si alguien había imaginado que la partitocracia valenciana iba a intentar entender algo de las movilizaciones del 15M y cambiar sus comportamientos más obtusos y degradados, está claro que se ha equivocado. En consecuencia, si la crisis continua o si la recuperación es demasiado lenta y se prolonga en el tiempo, el malestar social no dejará de aumentar, los 15M (con ese u otro nombre) se repetirán, tendrán un componente más antipartidista, cuestionarán con más intensidad la democracia representativa (la única real), a los políticos y a las instituciones y tendrán un populismo más agresivo. 

Lo que fortalece el malestar populista no tienen su origen exclusivamente en los grandes partidos, pero éstos no dejan de acrecentarlo. El problema empieza a ser grave, aunque en la periferia valenciana no lo parezca. Nuestra casta política debería empezar a ser consciente de que, si la partitocracia en la que viven gana, la democracia pierde, y actuar en consecuencia. ¿Sabrán hacerlo? 

25 de maig 2011

Diez impresiones después de la batalla

A falta de un análisis tranquilo de lo ocurrido, los resultados de las elecciones del pasado 22 de mayo generan más interrogantes que respuestas claras. Por eso, este artículo es esencialmente una serie de notas sueltas y urgentes sobre algunas cuestiones que me parecen relevantes, al menos desde la Comunidad Valenciana, y sobre las que habrá que volver en el futuro.

1. Menos bipartidismo. En los últimos 25 años, el espacio político valenciano se ha caracterizado por la creciente concentración de los votos y la representación institucional en los dos principales partidos (PP y PSOE). En estas elecciones, se rompe esa tendencia y el voto autonómico a los dos principales partidos pasa del 88,3% al 79,4% y el local se reduce también en 6 puntos. Paradójicamente, el PP ha incrementado, aún más, su poder institucional.

2. Retrocedemos victoriosamente. Los resultados autonómicos del Partido Popular en la Comunidad Valenciana recuerdan a las consignas del ejército alemán en la II Guerra Mundial cuando empezaron a sufrir bajas significativa, a tener problemas para ocupar el territorio conquistado y a retroceder tácticamente: nuestras fuerzas retroceden victoriosamente, decía la propaganda alemana, y algo de eso pasa con el PP valenciano. Camps ha incrementado en un diputado su mayoría, pero ha perdido 70.000 votos y, en el ámbito local, aunque conquista bastiones importantes como Elx, Gandia, Onda o Benicàssim, se estanca en número de votos (en un momento en el que el PP crece en toda España), sólo aumenta donde gobernaba el PSOE y en Alicante, y da algunos síntomas de desgaste en sus dos primeras joyas de la Corona: Valencia y Castellón. El hundimiento socialista explica su mayor poder institucional, no sus propios méritos, salvo casos contados. Los errores en la gestión, el ruido judicial y la sombra de la corrupción han lastrado a un PP valenciano que gana con mucha claridad, pero retrocede o se estanca electoralmente.

3. Espacio local, mapa murciano. A la espera de la constitución de los nuevos ayuntamientos, el panorama local valenciano se parece cada vez más al murciano en lo que se refiere a la concentración del poder municipal en un único partido (PP) hasta niveles prácticamente absolutos en lo que se refiere al número de personas gobernadas. Todas las ciudades de más de 50.000 habitantes están gobernadas por el PP, por primera vez en la historia, como lo están también la inmensa mayoría de las localidades pequeñas y medianas. La población gobernada por alcaldes del PP sobrepasará, seguramente, el 90% del censo electoral. Algo similar a lo que ocurre en Murcia, como ya señalamos que podía pasar hace unos meses.

4. En España, marea azul. El PP crece ligeramente, el PSOE es abandonado por los votantes; resultado: en España tiene lugar una marea azul. Nada que objetar a una victoria que tiene toda la legitimidad democrática. Sin embargo, a las personas con principios liberales (abstenerse neoliberales) debería preocuparnos que un único partido gobierne en todas las esferas políticas sin ningún tipo de contrapeso. Nunca es buena tanta concentración de poder y menos en un país, como el nuestro, de frágil cultura democrática, con gobiernos poco transparentes, con un poder judicial interferido por los partidos dominantes y unas fuertes lógicas conservadoras y corporativas en su seno, y con elites económicas, sociales y mediáticas vinculadas igualmente a los grupos políticos. El poder acumulado en el tiempo y el espacio por un grupo o por una persona envenena siempre, pero el poder total y en todas las instituciones envenena absolutamente, y genera prepotencia, arrogancia y corrupción.

5. La marca salva los muebles. Como suele ocurrir cuando al PSOE le va mal, la marca de EU y su retórica de la auténtica izquierda mejora resultados. Ha vuelto a ocurrir. Pero poco. En el conjunto de España, sólo consigue 200.000 votos más en las elecciones locales, apenas un 15% de lo perdido por los socialistas, y en las elecciones autonómicas y locales valencianas se sitúa como la cuarta fuerza, retrocede en número de votos respecto a 2003 (15.000, a pesar del malestar social y de sus cantos al heterogéneo movimiento M-15) y ha conseguido únicamente algo menos del 3% del total de concejales. Si en un contexto favorable para sus intereses, como el actual, los resultados en la Comunidad Valenciana son tan discretos y con una presencia territorial tan escasa, su futuro se presenta incierto.

6. Ante un reto difícil. El éxito relativo de Compromís ha sido rotundo. Se han convertido en la tercera fuerza política y ha asentado su presencia municipal. La cuestión ahora es si esta formación puede consolidarse y hacerse fuerte. A favor: parece haber recogido buena parte del voto joven progresista y haber incorporado electorado anteriormente socialista; mientras, el socio principal de Compromís, el BNV, es la única fuerza política que ha incrementado el apoyo electoral en todas y cada una de las convocatorias de elecciones municipales desde 1991, y, por vez primera, ha entrado con fuerza en la ciudad de Valencia y en municipios del área metropolitana. En contra: la escasa y sesgada militancia y la enorme volatilidad tradicional de su voto: mayor en las elecciones locales, algo inferior en las autonómicas e irrelevante en las generales o europeas.

7. Demasiado malo para ser cierto, pero lo es. Los resultados electorales del PSPV-PSOE son los peores de su historia desde 1978. Pierden 145.000 votos en las autonómicas (casi el 20% de su electorado anterior), han conseguido resultados humillantes en las tres capitales de provincia, especialmente en Valencia, sólo van a poder gobernar en el ámbito municipal a muy poca población ya que su poder municipal se limitará a una minoría de pequeños y medianos ayuntamientos asediados por el poder omnipresente e inclemente del PP. No vale echar la culpa a la crisis, a Zapatero o a Canal 9. No bastan primarias o congresos extraordinarios. El socialismo valenciano debería refundarse de alguna manera, pero probablemente no sabrá evitar el riesgo de caer en el encastillamiento, de abrir una nueva serie de enfrentamientos entre familias, alimentar el clientelismo interno, el cortoplacismo, el adanismo, exaltar supuestos salvadores, afianzar a vividores de la política e impulsar estrategias voluntaristas o quejas al comportamiento del electorado. Si no reacciona, o si lo hace mal, puede pasar del abismo en el que se encuentra a una catástrofe sin paliativos; eso sí, viendo como avanzan discursos y partidos que competirán seriamente por su electorado desde la izquierda, pero también desde la derecha y la extrema derecha.

8. Valencia, ¿recuerdos del futuro? El comportamiento electoral urbano, y especialmente el de las capitales, suele anunciar el que se producirá en el futuro en todo el territorio. El PP ha ganado con claridad en la ciudad de Valencia. Lo ha hecho en todos los distritos. Pero pierde 26.000 votos en las municipales (más de un 10% de su voto en 2007) y 35.000 en las autonómicas. La posición del PP es cómoda y tranquila, pero su apoyo electoral ha descendido por debajo del 50% en siete de los 19 distritos y la suma de los votos de la izquierda se acerca discretamente a los del PP en nueve distritos. Con todo, el bloque de la izquierda en Valencia también ha perdido 10.000 votos respecto a 2007 y el PSOE obtiene unos resultados desastrosos (21,8% y la pérdida de casi el 30% del propio electorado), mientra que la suma de los otros dos grupos de izquierdas pasa del 4,7% de 2007 al 16,2%. Igualmente cabe destacar el aumento del voto nulo hasta el 1,3% (5.144 votos) y el del voto en blanco y a pequeñas formaciones que pasa del 4,8% al 9,5%. Síntomas de la dispersión de voto y de un malestar social y político que puede socavar, de mantenerse, la fuerza de los principales partidos.

9. El malestar va a las urnas. La participación ha sido mayor, pero no el voto el voto a los dos principales partidos. Se dice que el movimiento del M-15 ha podido influir en este comportamiento electoral, personalmente lo dudo: el malestar contra los principales partidos y la partitocracia es más profunda. El hundimiento del PSOE, el escaso crecimiento en el ámbito español del voto al PP, el estancamiento del voto local al PP valenciano o la pérdida de votantes a Camps, el incremento del voto a los pequeños partidos, la dispersión de votantes entre formaciones minúsculas, así como el aumento de los votos en blanco y de los votos nulos son síntomas de malestar. El PSOE baja hoy por sus errores al frente del Gobierno de España y también por sus limitaciones y errores políticos en la Comunidad Valenciana. El PP aumenta su poder, pero no el apoyo que recibe. La desconfianza en los políticos y en los grandes partidos de la partitocracia española (PSOE y PP) no ha dejado de aumentar en los últimos años. Hoy el PSOE ha sufrido un batacazo; mañana, cuando empiece a gobernar y a tomar medidas impopulares, le puede ocurrir lo mismo al PP. El futuro no está escrito y las tendencias de fondo muestran un disgusto creciente con el rendimiento de la política. El aumento de la participación, la dispersión del voto o el ejercicio del derecho a voto como castigo son terreno abonado para el populismo. Por cierto, el PP jugaría con fuego si lo de Badalona, en Cataluña, ha sido un ensayo en la construcción de un relato político duro y xenófobo a poner en marcha en un futuro próximo en toda España.
10. ¿Más ni-nis en la política? Ahora que las movilizaciones del M-15 y los informes europeos nos han recordado que la generación ni-ni es un mito mediático sin mayor fundamento, se puede comprobar, mirando los currículums personales (siempre hinchados) de los diputados elegidos a las Cortes Valencianas o los de los concejales de las cuatro principales ciudades valencianas que, en todos los partidos, se da una más que notable presencia de personas que no han tenido otra ocupación que la política y cuya formación académica o profesional es bastante limitada. Sin duda, en ocasiones, se tratará de personas con mérito y capacidad; pero, en general, el proceso de elección de las elites de nuestra particular partitocracia no parece el mejor para prestigiar la democracia y evitar el malestar contra los políticos y la política. 
Article publicat a Valencia Plaza el 25 de maig de 2011 http://www.valenciaplaza.com/ver/26597/Diez-impactos-despu%C3%A9s-de-la-batalla-.html

19 de maig 2011

¿Por qué unos partidos ganan y otros pierden?

La depauperada concepción de la política como mera lucha por el poder oculta que los partidos son, en contra de lo que desearía una parte de las elites políticas, organizaciones para la acción, la participación y la representación colectiva.

Una fuerza política difícilmente conseguirá sus objetivos si no cuenta con recursos humanos, intelectuales y económicos. La marca es importante, los líderes, los programas y los valores asociados a una organización también; pero sin recursos no van a ninguna parte.

Centrémonos en las personas. Los afiliados son, cuando actúan cohesionadamente, un verdadero intelectual colectivo y un instrumento básico para recoger pulsiones ciudadanas y mostrar públicamente la fuerza y características de una organización. Un partido sin afiliados es una cáscara vacía. Los militantes son defensores imprescindibles de las iniciativas partidistas, y el primer termómetro de su presencia social y de su capacidad representativa y electoral: a mayor militancia, más posibilidades de ganar unas elecciones, aunque a veces la ecuación no se cumpla.

Aclarar, antes de seguir adelante, que tener más afiliados no da una legitimidad democrática más elevada a los partidos, ni presupone que hagan las mejores políticas públicas para la ciudadanía: mayor militancia significa únicamente tener más posibilidades de conseguir el dominio y la hegemonía políticas en una sociedad.

En la Comunidad Valenciana, si es cierto lo publicado, el PP tiene unos 130.000 activos, el PSPV-PSOE en torno a 20.000, EU alrededor de 3.500 y Compromís (sumados BNV, IPV y Verds) una cantidad similar a la de EU. La desproporción en el número de afiliados es evidente y eso tiene que ver con el esfuerzo electoral y las posibilidades para conseguir una victoria electoral. En las elecciones autonómicas de 2007, el PP consiguió 1.277.458 votos, el PSPV-PSOE 838.987 y EU+Compromís 195.116.

Con la militancia actual, si se quieren repetir los resultados de hace cuatro años, cada afiliado del PP debe convencer a unos 10 votantes, los de Compromís y EU a 28, y los del PSPV-PSOE a 42. Pero, si el objetivo es superar en un voto los resultados del PP en 2007, el esfuerzo electoral de los socialistas deberá ser de 64 votos por cada militante: un trabajo enorme; y el de EU o Compromís, por separado, de 365 votos por cada afiliado: una fantasía imposible. Y todo ello, sin considerar la hegemonía ideológica, los recursos económicos y el poder institucional que acumula el PP. ¿Por qué ocurre esto?

Compromís
Empecemos por Compromís. El BNV tradicionalmente ha criticado, con razón, la desproporcionada y poco democrática barrera del 5% para acceder a las Corts Valencianes. Es un obstáculo evidente, que desde siempre ha dificultado su acceso al parlamento; pero también ha sido una excusa para no analizar qué fallaba en el trabajo y el relato político del nacionalismo valenciano: es más fácil echar la culpa a la nefasta barrera electoral que a las propias limitaciones. 

Sorprende (o debería hacerlo) que la única fuerza que se dice nacional y restringe su actuación política a la Comunidad Valenciana haya tardado 32 años de elecciones municipales en poder presentar en 2011 candidaturas en algo más del 50% de los municipios, siendo la vez que más candidaturas ha presentado. Sorprende que sea un partido sin discurso ni presencia relevante en las comarcas castellanohablantes, que casi sea marginal en las ciudades más pobladas (Alacant, Elx y València), y que cuente con una implantación muy desigual en el resto de comarcas.

Sorprende que tenga los mayores índices de volatilidad electoral y que no haya sabido aprovechar mínimamente las dificultades de socialistas y comunistas de las últimas dos décadas, a diferencia del BNG gallego. Y sorprende que tenga una militancia global que, a duras penas, alcanza los 3.000 afiliados, muchos de ellos de características socioprofesionales similares, con una capacidad de actuar en la sociedad civil demasiado limitada a los temas identitarios (lengua y cultura) y a algunas asociaciones muy concretas (sindicatos nacionalistas, mundo de la enseñanza y la administración pública, sectores culturales minoritarios, algunos pequeños empresarios y poco más). Así es difícil ser una fuerza política importante y superar con comodidad el listón electoral del 5%.

Esquerra Unida
Lo mismo ocurre con EU. Su marca es más potente que la de BNV (o Compromís), su afiliación, es superior en algunos centenares de personas; pero su fuerza institucional, social y territorial es insignificante: muy inferior a la del BNV. Salvo la militancia en sectores de CCOO y en asociaciones minoritarias, su presencia en la sociedad civil es subsidiaria, y su capacidad para presentar listas municipales muy inferior a la del BNV, y a menudo con personas que ni viven ni actúan políticamente en las localidades donde inscriben la lista.

La marca tiene un cierto prestigio para una parte minoritaria de la sociedad de tradición comunista, sindicalista y para una cierta izquierda bienpensante y acomodada. Gracias a eso, puede afrontar en solitario las elecciones autonómicas y confía en superar la barrera del 5% e, incluso, cree que podrá atraer votantes socialistas descontentos. Sin embargo, su presencia social y su trabajo político es más limitado que el del BNV y, de ese modo, sus grandes objetivos (romper el denostado bipartidismo y condicionar las políticas gubernamentales), es tarea que roza lo imposible.

En el fondo, el discurso del nacionalismo del BNV, del ecosocialismo de IPV y Verds, y del comunismo de EU adolece de una cierta falta de sentido de la responsabilidad cuando culpan a la barrera electoral o al bipartidismo de su irrelevancia política. Con tan escasa militancia, tan limitada presencia territorial y asociativa, y con una actividad política voluntarista, pero exigua y diletante, difícilmente podrán conseguir lo que persiguen. Las barreras electorales o el bipartidismo no son maldiciones divinas: cuando existe una realidad social suficientemente fuerte, se superan. Sus limitaciones políticas, seguramente, tienen más que ver con un análisis demasiado ideológico de la sociedad valenciana, y, sobre todo, con sus divisiones internas, la falta de horas de trabajo político productivo, la ausencia de relatos estructurados a partir de la realidad, y la pobre, en ocasiones, voluntad de acercamiento y diálogo con todos los sectores sociales para transcender el pequeño y endogámico mundo en el que viven desde hace décadas.

PSPV-PSOE
El PSPV-PSOE, por el contrario, es la principal formación de la izquierda valenciana, entre 1977 y 1993 fue la fuerza más votada, gobernó la práctica totalidad de los ayuntamientos en los años ochenta del siglo pasado y fue el partido de la Generalitat en las tres primeras legislaturas autonómicas. Todavía hoy gobierna para el 25% de los valencianos en el ámbito municipal. Es y será, mientras que no se modifique el actual sistema de partidos, la única fuerza que puede llegar a ser alternativa al PP.

Sin embargo, para intentarlo solo cuenta con unos 20.000 afiliados, que deben hacer un esfuerzo electoral seis veces mayor que los del partido de la derecha. La militancia está presente en todo el territorio y tiene más presencia social (sobre todo donde gobierna) que Compormís o EU. Pero, a pesar de ello, es una militancia desigualmente distribuida en la geografía, con grandes problemas para estructurarse en las grandes ciudades y en los lugares donde no gobierna, bastante fragmentada internamente, con poca capacidad para sumar esfuerzos y hacer equipos grandes y duraderos en el tiempo, empobrecida política, social e intelectualmente en las últimas décadas, sin mucha capacidad autocrítica, con escasa presencia en la sociedad civil (excepto algunos sindicatos y asociaciones, y lugares donde gobierna), sin centros de pensamiento propios y fuertes lógicas clientelares internas en la ocupación de los cargos institucionales y de la organización.

Los socialistas tienen que renovar profundamente su cultura política, aprender a sumar internamente, dejar de situarse a la defensiva y de vivir en la desconfianza, asumir el debate abierto y dialogar con mucha gente sin prepotencias y sin renunciar a ningún espacio ni sector social; deben competir por la hegemonía política e ideológica en todas partes, pensar y entender la sociedad valenciana actual (sociológicamente muy diferente a la de los años ochenta del siglo pasado), promocionar a personas competentes y multiplicar ampliamente el numero de afiliados si quieren aumentar las posibilidades de gobernar la Generalitat.

Son la fuerza que tiene la responsabilidad de construir una alternativa a un modelo de gobierno del PP en la Comunidad Valenciana que, a pesar de la propaganda oficial, hace aguas; pero acumulan limitaciones propias y errores que han hecho posible que desde 1995 no hayan sido percibidos por la mayoría de la sociedad como la alternativa necesaria. Sin duda, tienen razón cuando critican muchos de los excesos y corruptelas del PP, pero se equivocan si piensan que el PP gana únicamente gracias al abuso de poder.

Partido Popular
Finalmente, el PP. Es el gran partido hegemónico. Gobierna la Generalitat, las tres diputaciones, los ayuntamientos de las capitales de provincia y a más del 70% de la población en los municipios. Tiene una presencia capilar en la sociedad, una penetración en el tejido asociativo enorme, practica un clientelismo social muy efectivo, mantiene una agresiva tensión discursiva que le permite combatir diariamente por controlar el espacio público, cuenta con un relato grandilocuente, falsario, simple y eficaz de lo valenciano, ha conquistado la hegemonía ideológica, y gestiona más recursos económicos, mediáticos e institucionales que el resto de partidos. Su maquinaria política está bien engrasada y ha sabido contar con personas preparadas o con habilidad y ambición para penetrar en el territorio y en la sociedad civil.

Con todo, debe hacer frente a problemas derivados en parte de su idiosincrasia y en parte de su éxito: las tensiones entre las diferentes derechas que conviven en su seno, el creciente número de arribistas en sus filas, los casos de corrupción y de abuso de las instituciones derivados de la acumulación de poder, las dificultades para regenerar a unos líderes muy debilitados y una imagen que ha quedado muy maltrecha por el caso Gürtel y las mentiras de sus dirigentes, la cultura autoritaria en la gestión de algunas instituciones, los casos prepotencia, de negación de la pluralidad de la sociedad valenciana y la creencia de que lo que ellos piensan o proponen es lo único posible y lo que debe aceptar, sin más, la totalidad de los valencianos.

Del mismo modo, el PP valenciano tendrá que hacer frente, más pronto que tarde, a la crisis económica y a las consecuencias del fracaso del modelo socioeconómico neoliberal y desarrollista que ha impulsado. Desde 2004, echar la culpa de todo a Zapatero les ha funcionado, han abusado de la critica a ZP hasta el delirio; pero lo cierto, es que la Comunidad Valenciana, pierde posiciones en términos relativos en España y en Europa, el número de empresas industriales no deja de retroceder entre nosotros, el paro es mayor que en España, la economía sumergida tiene más peso, en nuestro mercado de trabajo perdemos gente preparada y aumentan los poco cualificados, hemos perdido las principales entidades financieras valencianas, los indicadores de nuestro Estado del Bienestar (Sanidad, Educación, Dependencia) nos sitúan a la cola de España y nuestros niveles de transparencia o de gestión plural de los medios de comunicación públicos son ínfimos.

Y eso, esencialmente, es responsabilidad del Gobierno Valenciano. El PP cree que una macrovictoria electoral le exculpa de los errores cometidos; pero, en democracia, las urnas sólo legitiman a las mayorías para gobernar, y, eso sólo comporta, que los vencedores forman gobiernos que deben tener sentido de la responsabilidad, transparencia y respeto a las minorías. Las falacias y el abuso del poder nunca son exculpados por las urnas.

Nota final
Se puede tener la impresión de que, a veces, los partidos valencianos parecen afectados por el síndrome Mourinho y, cuando analizan las cosas, claman, como el histriónico y manipulador entrenador portugués, su particular ¿por qué nos pasa lo que nos pasa? y casi siempre se niegan a discutir la realidad, a analizar las propias limitaciones, a reconocer los méritos del adversario y prefieren buscar la explicación de sus problemas en supuestas conspiraciones externas, en la descalificación o el insulto al rival, huyendo del debate abierto o, lo que es peor, echando la culpa a los ciudadanos. Quizás, por eso y porque somos un país de tradición católica, ante las adversidades, también en política, recurrimos demasiado a menudo a la voluntarista idea de que la fe mueve montañas y esperamos que el tiempo, nuestros buenos deseos, la suerte o un milagro sean suficientes para conseguir el éxito en nuestros propósitos. Seguramente, mejor nos iría si asumiéramos la idea de la autoexigencia, del esfuerzo, del si tu te ayudas, Dios te ayuda de la cultura protestante, porque el conocimiento y el trabajo en equipo, continuado y eficaz mueven más montañas que el voluntarismo. 

Article publicat a Valencia Plaza el 19 de maig de 2011