23 d’abr. 2012

El riesgo de vivir más de lo esperado. FMI y Econocracia


Al parecer vivir más tiempo es un riesgo para el funcionamiento de las economías mundiales y la sostenibilidad de las finanzas públicas. Al menos eso es lo que afirma la nota de prensa del FMI (Fondo Monetario Internacional), el estudio El impacto financiero del riesgo de longevidad que formará parte del Informe sobre la estabilidad financiera mundial que dicho organismo hará público próximamente.

La nota de prensa comienza señalando que vivir más años es un hecho positivo que mejora el bienestar individual. Pero es sólo retórica ornamental, e inmediatamente entra en el meollo de lo que preocupa al FMI. La prolongación de la esperanza de vida acarrea costes financieros para los gobiernos (jubilación y seguridad social), para las empresas (pagos de seguridad social y planes de pensiones), para las compañías de seguros que venden rentas vitalicias y para los particulares que carecen de prestaciones futuras garantizadas. En consecuencia, para neutralizar los riesgos habría que aumentar la edad de jubilación (obligatoria y voluntaria), revisar las contribuciones a los planes de jubilación (públicos y privados) y hacer recortes en las prestaciones.

No demonizaremos al organismo internacional por seguir anclando sus recetas económicas en obsoletos principios neoliberales: la defensa de los mercados desregulados como solución a todos los males, el antikeynesiano, la reducción del papel regulador y gestor del Estado y las medidas contrarias al gasto social público. Pero parce lógico recordar que su historia más reciente está repleta de errores, generalmente con graves consecuencias sociales y sin que los responsables del FMI se hayan sometido a ningún tipo de control, evaluación, censura o reprovación pública, como han puesto los trabajos del premio Nobel de Economía Josep Stiglitz o los propios informes del Fondo en los que se señala la miopía del organismo para prever la actual crisis económica.

Volvamos al riesgo de vivir demasiado. Sabemos que, desde finales del siglo XIX y especialmente a partir de 1950, en los países desarrollados y socialmente más cohesionados, se da un incremento de la esperanza de vida, a un ritmo que actualmente se sitúa en los dos años y medio por década, o lo que es lo mismo, tres meses por año o seis horas por día. En un primer momento, se debió a una creciente reducción de la mortalidad infantil y juvenil, sin embargo hoy se deriva de la mejora de la salud en las edades avanzadas, al alargamiento de los años de vida en la vejez y al retraso en la edad de defunción. Del mismo modo, sabemos que la edad media real de jubilación en los países como el nuestro se sitúa ligeramente por encima de los 63 años y que la incorporación efectiva de la mayor parte de los jóvenes al mercado laboral no se produce hasta bien pasados los 20 años de edad, lo que, en España, se traduce en que la vida laboral media de los hombres se sitúa por debajo del 50% de todos los años de vida, mientras la de las mujeres es ligeramente superior al 25%. Finalmente, no está de más tener en cuenta que los estudios científicos insisten en que, con los conocimientos actuales, será factible alcanzar, en un futuro próximo, la edad de los 100 o los 120 años en unas condiciones de salud aceptablemente buenas. 

Consideremos, por lo tanto, como razonables las premisas del informe del FMI: los costes sanitarios de las personas se incrementan en la vejez y son mucho más elevados cuanto mayor es la edad, el incremento de la esperanza de vida supone un aumento del coste de las pensiones y una reducción relativa de la vida laboral de las personas, los recursos económicos son limitados y, con las dinámicas demográficas actuales, tendremos dificultades para mantener los sistemas públicos de pensiones tal como lo conocemos. También perece razonable, en una época en la que la esperanza de vida aumenta y la salud de los ciudadanos es mejor que se incremente la edad de jubilación en algunos años y también que, en determinadas profesiones, se dé la oportunidad de retrasarla voluntariamente durante un tiempo aún mayor. Y, asimismo, es razonable reforzar los sistemas de pensiones públicas con planes de pensiones privados asegurados.

Lo preocupante del informe del FMI es el tono y la mirada deshumanizada que proyecta sobre las personas y la sociedad. En otras palabras, la ideología que manifiesta. Un buen ejemplo del funcionamiento de una econocracia, que está desnaturalizando y vaciando de sentido a nuestras democracias y que, en Europa, estaría dando lugar a una nueva forma de gobierno posdemocrática, en palabras de Habermas o Beck.

En el informe del FMI, las personas, sus condiciones sociales, sus anhelos, recursos, desigualdades, posibilidades, vivencias e ilusiones se reducen a cifras, fórmulas matemáticas, gráficos y derivadas, a un juego de metáforas que tratan de legitimizar decisiones que, aunque se dicen "técnicas", son políticas y refuerzan la posición de los sectores económicos dominantes del capitalismo actual, la economía FIRE (Finance, Insurance and Real Estate: en castellano, Finanzas, Seguros e Inmobiliarias), o lo que es lo mismo, economía virtual y especulativa que cada vez es más fuerte y tiene máyor capacidad para subordinar a sus intereses a la economía productiva y al poder político.

Los econócratas y sus estudios repletos de conceptos oscuros son útiles para reforzar la posición de poder de los grupos económicos a los que sirven y, sobre todo, para vender a la ciudadanía la barbaridad conceptual de que no hay alternativa a lo que se hace. Y ese es el problema del informe del FMI. No se parte de la consideración de las personas como lo que somos, ni de cómo garantizar una vida digna, lo más autónoma posible, lo más libre posible, lo más responsable y plena, en una sociedad cohesionada y sin diferencias de riqueza y poder escandalosas. No se trata de buscar una utopía feliz, sino de trabajar por un mundo más justo y humano. Pero lo que preocupa al FMI, o al Banco Central Euroepeo,  es cómo adelgazar el peso de lo público (la única garantía para el bienestar de la mayoría) y cómo generar más riqueza en beneficio genérico de la iniciativa privada y, de manera concreta, de una proporción muy pequeña de la población, ese 10% de personas que cada vez tienen más, quieren más y viven más al margen del mundo. Y, contra esa realidad, sí hay alternativas.